Mi querido gigante, cuantos años han pasado
desde que nos hicimos amigos,
tú sigues todo igual por fuera
y yo algo más crecidito,
aún así no te llego ni al meñique.
Siempre vigilante desde lo alto,
atento a la hora de la merienda,
el comienzo de los dibujos animados,
o la hora de recogerse.
Siempre dispuesto a jugar a cualqueir hora,
de hacer una pared perfecta con el balón
o hasta de jugar de portería.
Cuantos días hemos pasado contemplando
pasar la nubes y compartido pájaros en la cabeza,
mirando la pequeña urbe desde las alturas
o la noria en el horizonte.
Cuantas veces me paré junto a tu base
y me medí contigo, ahí sabía que no
eras sino mi gigante de ladrillo.